Aunque no todas queremos ser caballos alados, seres mitológicos, creaciones imposibles de la imaginación colectiva,… la semilla de esta creencia está plantada en nosotras. Quizás este ser mitológico al que queremos pertenecer es la amiga perfecta, la madre perfecta o simplemente la persona perfecta.

Un ser sin defectos que sabe y conoce de manera certera, una sabia bruja del bosque, una montaña sagrada. Todas queremos ser más que la piedra que se pule con el movimiento del agua.

Queremos conocer nuestra forma, definirnos. Pensamos que contenernos en personalidades y características estudiables significa conocernos, pero esos barrotes no permiten que nuestro ser se expanda, que nuestra mirada vislumbre el horizonte y que nuestra imaginación cree mundos ficticios en los limites del mundo físico.

Es difícil romper el hechizo de la expectativa, sobretodo porque muchas veces ni somos conscientes de nuestra autoexigencia, de nuestro querer ser, percibir y sentir de manera correcta, de nuestra necesidad de existir siguiendo un patrón de normalidad que es irreal.

El gran impedimento para superar nuestros miedos es la vergüenza que sentimos por ellos, son nuestros puntos flacos. Esta vergüenza los empuja en un cajón desastre en el que se esconden y perduran, no se transmutan ni experimentan de diferentes maneras, se estancan.

Viven en la herida, la habitan como una cueva refugio a la que pensamos que pertenecemos. Escapan de las sombras, ya que todo el mundo sabe que en la oscuridad siempre hay luz y no quieren ser iluminados y comprendidos, prefieren pasar desapercibidos en la penumbra. La búsqueda de la perfección y la autoexigencia los hacen fuertes, ellos saben que mientras nos defina la herida su papel será fundamental y temido, tienen poder.

Pero el tiempo, el cielo y la tierra nos invitan a soltar, nos cuentan historias y mitos en los que nos vemos reflejadas, reconocemos en otras personas nuestra humanidad, nos permitimos ser mutables. Rehacernos.

Las cicatrices ya no hablan de quienes somos, si no de historias del pasado. El mundo abre la puerta a una nueva y misteriosa versión de nosotras mismas, algo salvaje e incontrolable ya que no es conocido. Abrazamos el misterio y aprendemos a sentirnos cómodas cabalgando en la niebla a lomos de nuestro caballo alado. 

***English***

Although not all of us want to be winged horses, mythological beings, impossible creations of the collective imagination... the seed of this belief is planted within us. Perhaps this mythological being we want to belong to is the perfect friend, the perfect mother, or simply the perfect person.

A flawless being who knows and understands with certainty, a wise witch of the forest, a sacred mountain. We all want to be more than the stone polished by the movement of water.

We want to know our shape, to define ourselves. We think that confining ourselves to studyable personalities and characteristics means knowing ourselves, but those bars don't allow our being to expand, our gaze to glimpse the horizon, and our imagination to create fictional worlds on the limits of the physical world.

It's difficult to break the spell of expectation, especially because we are often unaware of our self-demand, of our desire to be, to perceive and feel correctly, of our need to exist following a pattern of normality that is unreal.

The greatest obstacle to overcoming our fears is the shame we feel about them; they are our weaknesses. This shame pushes them into a mess where they hide and persist, not transmuting or experiencing them in different ways, they remain stagnate.

They live in the wound, inhabiting it like a refuge cave to which we think we belong. They escape the shadows, since everyone knows that in the darkness there is always light, and they don't want to be illuminated and understood; they prefer to go unnoticed in the shadows. The pursuit of perfection and self-demand make them strong; they know that as long as the wound defines us, their role will be fundamental and feared; they have power.

But time, the skies, and the earth invite us to let go. They tell us stories and myths in which we see ourselves reflected. We recognize our humanity in others, we allow ourselves to be mutable. We rebuild ourselves.

The scars no longer speak of who we are, but of stories from the past. The world opens the door to a new and mysterious version of ourselves, something wild and uncontrollable because it's unknown. We embrace the mystery and learn to feel comfortable riding through the fog on the back of our winged horse.